¿La soledad del cuerpo o la soledad del alma?

La del cuerpo que se desenvuelve a través de reacciones químicas que nos llevan a la búsqueda de aquello anhelado, para fundirnos con ello en un abrazo desesperado que da lugar a nuevas reacciones que se retroalimentan y generan más y más reacciones, hasta que estallan en un concierto de luces y respiraciones agitados (el alma que sale y entra al cuerpo), terminando en que las luces se apagan y llega el sueño y lo anhelado ya no lo es…

O la del alma, que es como el silencio entre dos notas musicales…

Alguien me dijo una vez que el alma es híbrida y se divide en dos sexos en esta dimensión. Y que nos pasamos las vidas, encarnación tras encarnación, buscando a esa parte que nos falta…

En ese caso, la soledad podría interpretarse como el tiempo que pasas sin esa otra mitad…

Sin embargo encuentro que el tema es mucho más complejo.

No podría refutar la soledad del cuerpo, porque el cuerpo arde cuando le falta el contacto y a veces se enferma y se entristece o se exalta y llega al éxtasis cuando consigue una forma de escape.

Pero en el caso del alma, hay más consideraciones. Y la primera de todas es saber si todos tienen una (o media, al menos)

Porque al ser intangible, es difícil saber si cada cuerpo porta una, sobre todo cuando parecen haber muchas cáscaras vacías deambulando por ahí.

Y en este caso, la soledad es estar rodeado de cáscaras y no dar con las almas diseminadas a propósito en lejanos lugares, de manera que los encuentros sean casi imposible.

Una trampa de la estructura 3 D para mantener su equilibrio, algo extraño y difícil de explicar si no consideramos que la existencia de esas almas tenga un alto valor.

O el humor de Dios, uno caprichoso y cruel, que juega con lo que no le pertenece.

Un estudioso de la Biblia, a quien respeto mucho, me dijo una vez que el hombre fue creado de barro y que Dios le sopló parte de su propia alma para animarlo (alma:ánima:animación), el “soplido” del alma es aire, viento (pneuma) e incorporamos esa porción de Dios cuando inspiramos y la devolvemos cuando exhalamos, para volver a inspirarla, hasta que el último suspiro la devuelve a su creador.

¿Pero qué pasa con las almas increadas, esas que han llegado a través de un vientre materno, pero que no son parte de Dios?

Porque saber esto último es la única explicación que encuentro a las tremendas diferencias entre estos dos grupos de humanos que, socialmente, llamamos concientes y menos concientes, o evolucionados e ignorantes, sin que nada de esto tenga que ver con su raza, el lugar donde nacieron o su posición económica.

Entonces la soledad de aquellos que portan almas de Dios, será la del hambre de sus cuerpos físicos, en tanto que la de las almas increadas (derivadas y conectadas en realidad a un espíritu increado similar al de los elohim) es la verdadera soledad del alma separada del conjunto orgánico que es en realidad el Universo.

Juan Laborde

Para SOS PSICHOLOGE